La labor informativa conlleva una enorme responsabilidad. Los medios de comunicación no sólo reflejan la realidad, también la moldean. En este contexto, vale la pena detenernos a pensar en el impacto que tienen las publicaciones sobre suicidios: ¿informamos o, sin querer, incitamos?
Diversos estudios y experiencias locales demuestran un patrón preocupante: tras la difusión de una nota sobre suicidio, se registran más casos en los días siguientes. Es lo que los expertos han denominado el “efecto Werther”, en referencia a la oleada de suicidios que siguieron a la publicación de la novela de Goethe en el siglo XVIII. En Delicias y otras ciudades del país, se han documentado repuntes de hasta dos o tres casos inmediatamente después de una publicación.
Esto debería bastar para que los medios revaloremos nuestras prácticas. Aunque la intención sea informar, una nota mal redactada, que normaliza o describe métodos, puede convertirse en una especie de “manual” para quien ya está en riesgo. Publicar detalles, sin filtro ni enfoque preventivo, puede ser el aliciente final para alguien vulnerable.
Por eso es crucial hablar no sólo de los hechos, sino de las causas. La salud mental debe dejar de ser un tabú. No es un tema exclusivo de hospitales o consultorios, es una realidad cotidiana que atraviesa a niños, adolescentes, adultos y personas mayores. Necesitamos normalizar que pedir ayuda es válido, necesario y valiente. Así como vamos al médico por una gripe, debemos acudir al psicólogo o psiquiatra cuando la mente duele.
Los medios tenemos la oportunidad de cambiar narrativas. En lugar de reproducir tragedias, podemos abrir espacios de reflexión, orientación y acompañamiento. La vida de muchas personas podría depender, literalmente, de un titular que decidimos no publicar… y del mensaje que sí elegimos compartir.