Cuando pensábamos que el sarampión era ya un problema del pasado, hoy vuelve a recordarnos lo vulnerables que somos ante enfermedades prevenibles. Hablando de la región centro sur, según autoridades locales en Delicias se mantienen confirmados seis casos, y en Meoqui ya suman nueve, especialmente en comunidades tarahumaras donde las condiciones de vida y la convivencia cercana facilitan la propagación.
Más alarmante aún es el saldo trágico que el sarampión ya ha dejado: 8 fallecimientos en el estado, la mayoría sin esquema de vacunación. Esta realidad nos obliga a reflexionar con seriedad sobre la importancia de un acto sencillo y poderoso: vacunarse.
La vacuna contra el sarampión no solo protege a quien la recibe, sino que limita la circulación del virus, protege a los más vulnerables y evita brotes comunitarios como los que hoy estamos viendo. Lamentablemente, la desinformación, la desidia o el olvido de acudir a completar el esquema vacunal han permitido que un virus erradicado regrese a cobrarse vidas.
Afortunadamente, existen las herramientas para contener este rebrote, por ejemplo, el sistema de Salud estatal ya distribuye dosis adicionales tanto en la sierra como en los centros de salud de la región. Cualquier persona de entre 1 y 49 años que tenga duda de su esquema puede acudir y vacunarse.
En temas de salud pública no podemos darnos el lujo de confiarnos, el sarampión, como cualquier enfermedad contagiosa, se aprovecha de los vacíos en la cobertura, de la falta de prevención y de la apatía social. Cada vacuna aplicada es una barrera más que le cerramos al virus.
Por eso, el llamado es urgente y claro: la vacuna está disponible, la prevención está en nuestras manos, no permitamos que más familias vivan el dolor de una pérdida evitable. La salud de todos depende de la responsabilidad de cada uno.
