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domingo, octubre 12, 2025

Guadalupe Victoria

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La idea de que el tiempo no es lineal, sino que el pasado, el presente y el futuro coexisten simultáneamente no es nueva pero sí que es desconcertante. El tiempo lineal se ajusta más a una racionalidad necesaria para darle forma al caos en el que vivimos. Sin embargo, independientemente de lo que creamos al respecto, lo que sí es cierto es que todo lo que ocurrió en el pasado, afecta nuestro presente y tendrá repercusiones en el futuro.

Esto es el preludio para dar inicio con esta columna de opinión que pretende abordar hechos históricos que, aunque el olvido pudiera enterrar en el pasado, siguen dando destellos brillantes que son como faros que nos van guiando en la travesía de la vida. Me gusta pensar que solo hace falta nombrar a todas esas personas que vivieron en el pasado para que, solícitos y amables, vengan desde tiempos inmemoriales a sentarse a nuestro lado y contarnos lo que aconteció.

Hoy quiero traer a este espacio de tiempo a un personaje que cambió el rumbo de nuestro país y cuyo nombre lo vemos replicado en calles, escuelas, hospitales, pueblos, ciudades. ¿Pero qué hizo este hombre que le permitió perpetuar su nombre en México generación tras generación hasta la actualidad, teniendo en cuenta que nació un muy lejano 26 de septiembre de 1786? Quizás algunos recuerden que fue el primer presidente de México, cuando por fin se pudo declarar la independencia del yugo de los españoles y se instauró la República Federal en nuestro país.

Después de la llegada de Cristóbal Colón, Hernán Cortés y compañía trayendo consigo violencia y dolor al territorio que ahora conocemos como México pero que todavía no lo era ni por asomo, tuvieron que pasar tres largos siglos de una conquista española bárbara y atroz para que pudieran darse las condiciones que propiciaron un cambio radical en la estructura de lo que hoy conocemos como México.

 El hombre del que hablo es Guadalupe Victoria. Su nombre real era José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, pero es que este señor era tan firme en sus creencias y convicciones que hasta decidió cuál sería su nombre, dejando de lado para siempre el que habían elegido sus padres. Guadalupe, porque se encomendó a la Virgen de Guadalupe en su lucha independentista y Victoria porque él, ganando, como siempre 😉. Y es que José Miguel Ramón se las vio difícil desde que era pequeño, quedó huérfano en su infancia y fue criado por un tío sacerdote, es aquí donde comprendemos su devoción católica.

Desde joven se dio a conocer su determinación, pues cuando estudiaba en un seminario​o y no tenía recursos para su comida, tuvo la brillante y visionaria idea de copiar textos de gramática latina y venderlos en dos reales a sus compañeros. Imaginen a ese joven a la luz de las velas copiando palabra por palabra, ya que, para su buena suerte, no existían las fotocopiadoras. Lo destacable de esta anécdota es que ya comenzaba a mostrar un carácter resolutivo.

Era un joven que tenía metas y ambiciones y así logró graduarse como Licenciado en Leyes, a la edad de 25 años. Ahora, imaginemos también a ese joven situado en los acontecimientos de esos tiempos, donde todo era incierto, sublevaciones por doquier, opiniones encontradas, indígenas deseando y buscando liberarse en todos los sentidos, criollos sintiéndose fuera de lugar, luchando por obtener una identidad patriótica sintiéndose ajenos a España, pero sin encontrar su espacio real en territorio novohispano. Y es aquí donde nuestro joven decidió cual iba a ser su lugar en la historia y nunca cambió el rumbo.

Se unió a la lucha independentista al lado de José María Morelos, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo y Hermenegildo Galeana entre otros, donde se destacó por sus estrategias militares y liderazgo, y aquí nos obsequia otra anécdota que nos muestra una vez más, su arrojo y valentía, pues en la batalla para la toma de Oaxaca (que por sí sola es un episodio digno de una columna) el ejército insurgente estaba rodeado por un foso que los soldados no se atrevieron a cruzar, Guadalupe Victoria lanzó su espada al otro lado de dicho foso y dijo ¡Va mi espada en prenda, voy por ella! Para luego cruzarlo a nado y cortar la cuerda de un puente, lo que permitió la entrada de las tropas insurgentes a la ciudad. Todo esto nos va dibujando la personalidad fuerte y de convicciones de un joven que vivió estos acontecimientos hace 213 años, teniendo en cuenta que esta batalla se libró exitosamente en 1812.

Pero este joven aguerrido también vivió adversidades ya que, a mediados de 1817, Guadalupe Victoria había perdido todos los pueblos bajo su mando. Luego de varias derrotas fue abandonado por sus hombres y se enfrentó a una intensa persecución. Se escondió en la selva, donde sobrevivió comiendo hierbas, frutas y animales. Se negó a aceptar el indulto del virrey español porque él, antes  muerto que sencillo  y se quedó escondido en la selva de Veracruz, situación que provocó, debido a las inclemencias que vivió, que desarrollara una epilepsia que eventualmente, derivaría en su temprana muerte. Sus apariciones esporádicas en esta etapa en los pueblos lo convirtieron en una leyenda entre los habitantes de la región.

Su popularidad fue creciendo y esto le ayudó cuando llegó el momento de derrocar al Emperador Agustín de Iturbide para posteriormente instaurar la República Federal y las votaciones lo favorecieron al ser nombrado el primer presidente de México, obteniendo por mayoría la votación de 17 estados a favor. El 10 de octubre de 1824, Guadalupe Victoria fue declarado primer Presidente de los Estados Unidos Mexicanos para el período 1825-1829, primero fue interino pero su período constitucional en el cargo se inició el 1 de abril de 1825. La inauguración fue solemne y austera como es requerido por el republicanismo (seguro que don Guadalupe Victoria se retuerce en su tumba cuando ve la fastuosidad actual con la que asumen sus cargos los políticos de ahora); ese día, Victoria afirmó: ¡La Independencia se afianzará con mi sangre y la libertad se perderá con mi vida!

En el aquí y ahora, mientras tomo un café y escribo esta columna, me llega el eco de su voz, fuerte, vital e inscrita para siempre en la historia. Lo imagino feliz y lleno de incertidumbre al mismo tiempo, caminando enérgicamente en su despacho presidencial, preocupado por el futuro de su amado país, cómo quisiera viajar en el tiempo y charlar con él en ese punto para adelantarle (ya que el chisme, digo, la comunicación, es mi pasión) que hizo un gran trabajo en su período presidencial. El panorama económico era devastador, se lograba captar solo la mitad de lo que requería en gastos  anuales a través de los impuestos, situación  que lo llevó a adquirir dos grandes préstamos con Gran Bretaña que lo ayudaron a mantener la economía de su gobierno, y entre los aspectos más positivos de su gestión fue la creación de la hacienda pública, la abolición de la esclavitud, estableció el colegio militar, dio amnistía a presos políticos, mejoró la educación y abrió rutas marítimas, previno la reconquista española, ejerció una fina diplomacia con países europeos logrando acuerdos que favorecieron la economía del país y ejerció una política conciliadora integrando a su gabinete con miembros destacados de las distintas facciones, pero sobre todo, respetaba escrupulosamente a la Constitución Mexicana aún cuando fuera adversa para él en algunos sentidos, como los ataques por parte de la prensa pero cuya libertad de expresión respetaba porque estaba protegida por la constitución.

Después de este período como presidente de la República Federal Mexicana continuó su carrera política como senador, aunque su salud empezaba a deteriorarse impidiéndole terminar su gestión como Gobernador de Puebla, cargo que ocupó solamente cinco meses. Luego fue designado presidente del Senado y antes de tomar posesión de dicho nombramiento manifestó su posición irrevocable: Veintitrés años he peleado por vuestra misma causa: y si nuevos peligros me llamaren a vuestra defensa, sabed que mi irrevocable voto es: «Federación o muerte».

Todo esto siendo el primer presidente de un país que apenas se estaba solidificando, que no tenía rumbo ni dirección y que tampoco tenía un ejemplo previo de cómo actuar, creo entonces,  sin lugar a dudas, que todo esto convierte su gestión en una verdadera hazaña.

Su vida personal hasta este momento había quedado en segundo plano, por ello, su primer y único matrimonio lo contrajo a la edad de 55 años ya con su salud muy deteriorada al punto que solo dos años después, en 1843, la vida azarosa que había llevado, le cobró factura, falleciendo a causa de su condición epiléptica. Pero su influencia perdura hasta nuestros días, sus decisiones tanto buenas como malas, su visión, sus ideales están impresas para siempre en el país por el que peleó muchas veces, se esforzó hasta la enfermedad y posteriormente, organizó para darle forma y dirección. Ya es decisión de cada lector decidir sí fue para bien o para mal, pero no podemos negar lo evidente: ese pasado sigue presente.

Gracias Guadalupe Victoria por acudir a mi llamado este sábado 28 de junio del 2025, solícito y amable, acompañándome mientras me termino el café y escribo esta columna, vigilando celosamente lo que aquí escribo. Debo confesar que su compañía me agrada y que lo voy a extrañar, pero esto no es una despedida, es un: ¡hasta siempre, Don Guadalupe Victoria! Porque el pasado se entrelaza con el presente y se abraza al futuro, manteniéndonos unidos para siempre.

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