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Delicias
domingo, octubre 12, 2025

Vivir desde la conciencia.

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Durante las últimas semanas mi vida se ha visto enriquecida con charlas contrarias a las banalidades que frecuentemente se nos bombardea por todos los medios; he tenido la oportunidad de estar abordando temas que van desde la espiritualidad, la religión, las adicciones, la neurosis y la inteligencia emocional hasta cuestionamientos filosóficos sobre la misma existencia.

Definitivamente cada persona que se cruza en nuestro camino llega a sumar aprendizajes y experiencias si es que nos permitimos vivirlas desde una plena conciencia. Y justamente este fue el tópico que mi interlocutor y yo estuvimos dialogando por algunas horas, cada quien, desde sus vivencias, pero ambos llegando a las mismas conclusiones. Les platico más al respecto, y los pongo en contexto que ni una gota de alcohol fue consumida durante esta plática, que más bien estuvo acompañada por nachos, tacos, refrescos sin azúcar y música de piano como fondo.

Todos los seres humanos estamos dotados de dones, habilidades y talentos, los cuales se supone debemos descubrir e irlos desarrollando a lo largo de nuestra vida para alcanzar una plenitud. Tal vez mis palabras parezcan utópicas para algunos de mis lectores, y otros pensarán que hablo desde mi privilegio al ser una mujer que ha llevado acompañamiento psicológico, espiritual y académico que me hacen expresarme con una seguridad acerca de este tema; sin embargo, coincidíamos mi interlocutor y yo que cuando una persona alcanza un nivel de conciencia de su vida (con todo lo que esto conlleva) es alguien que puede sentir una autorrealización y potencializar sus capacidades al máximo para ir más allá de lo establecido o lo cómodo.

No obstante, también comentamos que hemos coincidido en la vida con personas que parecieran pasar su existencia con molestia o enojo, con frustraciones constantes y viendo siempre lo negativo a cada día. ¿Qué pasa por la mente de estas personas que no disfrutan el día a día con todo lo que se presenta? ¿Qué las hace diferente de personas que, como yo, sabemos que cada día tiene su propio afán y que tratamos de saborear cada momento porque no sabemos si llegue un mañana? Ambos concluimos que la diferencia la hace el querer estar bien, el buscar medios que nos permitan liberar miedos, inseguridades, ataduras que muchas de las veces son transmitidas por nuestra familia y que se llega a normalizar el vivir con ellos. En ocasiones es más cómodo estar viviendo como víctimas de las circunstancias, hablando siempre de nuestros traumas de la infancia que nos negamos a sanar porque el escarbar en uno mismo es doloroso y mejor nos quedamos con la etiqueta de “pobrecitos” a querer ir más allá y averiguar si es verdad que se puede vivir bien.

Siguiendo como modelos a algunos “influencers”, celebridades o líderes de opinión, algunas personas han llegado a tomar por moda el mindfulness, un anglicismo que tiene sus raíces en la tradición budista y se toma como la práctica de prestar atención intencional y sin juzgar al momento presente, ya sea a través de la meditación formal o integrándolo en actividades cotidianas; implica observar pensamientos, emociones y sensaciones físicas tal como son, sin aferrarse a ellos ni rechazarlos, lo que permite una mayor conciencia y aceptación de la experiencia actual.

Cuando el ritmo de nuestra vida es un acelere constante, la ansiedad y el estrés se disparan y el tener los pies puestos en la realidad del aquí y el ahora es una útil herramienta para bajar esos niveles negativos que, de no frenarlos, vuelven nuestros días un caos. Algunas personas encuentran su mindfulness en prácticas religiosas, otras en el deporte, terapias psicológicas y grupales, así como otras alternativas que buscan un solo fin: vivir en plena y libre conciencia. En mi caso la Oración de la Serenidad es la que me permite estar en el aquí y el ahora, pidiendo aceptación ante las situaciones que no puedo cambiar, valentía para cambiar las que sí puedo, soltando ese control que la mayoría de las veces quiero tener y pidiendo sabiduría para tener empatía.

Y tú, ¿has experimentado el vivir en conciencia y libertad?

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