Septiembre es un mes que nos llena de emoción y orgullo. Las calles se pintan de verde, blanco y rojo, las plazas se abarrotan y las mesas rebosan de antojitos mexicanos. Pero junto con todo ese fervor patrio llegan también las malas prácticas ambientales que parecen inseparables de la fiesta: montañas de platos y vasos desechables tirados en la calle, bolsas de basura desbordadas al amanecer del 16, transporte público saturado y contaminante, ruido excesivo y, por supuesto, el humo de la pirotecnia que cubre nuestras ciudades como si la independencia hubiera que celebrarla envenenando el aire.
Nos hemos acostumbrado a llamar “tradición” a prácticas que dañan a México más que cualquier enemigo histórico. Encendemos cohetes para gritar “¡Viva México!”, pero cada estallido libera partículas finas PM2.5 y PM10, metales pesados como bario, estroncio y cobre, además de óxidos de nitrógeno y azufre. Esa mezcla la respiramos todos: niños, ancianos, personas con asma o problemas cardíacos. Lo que celebramos en minutos se paga en días de aire sucio y en consultas médicas.
La contaminación acústica tampoco es menor: cada explosión supera niveles seguros para el oído humano y genera miedo y estrés en miles de personas y animales. Millones de perros y gatos sufren ataques de ansiedad; aves urbanas se desorientan y chocan contra edificios; murciélagos interrumpen su ciclo de alimentación. Y aun así, seguimos convencidos de que sin pólvora no hay fiesta.
Pero hay quienes empiezan a ver las cosas de otra manera. Algunas ciudades ya experimentan con espectáculos de drones luminosos como alternativa. Y aunque todavía no sean perfectos, muestran el camino. En Piedras Negras, Coahuila, intentaron dar un paso adelante este año con un show de drones. Fallaron en lo técnico: varios aparatos chocaron y cayeron antes de despegar del todo. Las burlas en redes no se hicieron esperar. Pero lo importante es otra cosa: no hubo incendios, no hubo quemados, no hubo humo tóxico ni mascotas traumatizadas. El intento, aunque imperfecto, fue heroico porque se atrevieron a innovar y a pensar en la fiesta no solo como un espectáculo, sino como un acto en paz con su ecosistema. Ojalá más municipios se animaran a hacer lo mismo.
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🇲🇽 Patriotismo y economía local
Hay otra contradicción que también merece señalarse: gritamos con fuerza “¡Viva México!”, pero cuando miramos nuestras manos, vemos que las banderas, matracas y sombreros muchas veces llevan una etiqueta que dice: “Hecho en China”. Es el colmo del falso patriotismo: ondear la bandera nacional mientras financiamos la economía de otro país y llenamos nuestras calles de productos baratos, desechables y contaminantes.
El verdadero amor a México también se mide en cómo consumimos. Comprar en los mercados locales, preferir artesanías hechas en palma, barro o madera por manos mexicanas, elegir ingredientes producidos en la región para preparar el pozole o los buñuelos. Eso significa menos transporte, menos huella de carbono y, sobre todo, fortalecer a quienes sostienen vivas nuestras tradiciones. Sería más congruente gritar “¡Viva México!” con una bandera cosida por una artesana de Oaxaca que con una hecha en serie en una fábrica del otro lado del mundo.
Porque al final, la independencia no solo se defiende en discursos: también se sostiene en la economía local, en nuestras decisiones de compra, en valorar lo nuestro sobre lo importado. Un país que depende de plástico extranjero para sus fiestas no es independiente, es dependiente disfrazado de patriota.
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🌱 En casa y en lo público
Ser patriota responsable empieza con acciones simples:
• En casa: usemos platos y vasos reutilizables, separemos la basura, hagamos composta con los restos orgánicos y apostemos por decoraciones recicladas o artesanías en lugar de plástico de un solo uso.
• En lo público: exijamos a nuestras autoridades espectáculos que no se conviertan en nubes de humo ni en riesgos de tragedia. Que apuesten por alternativas innovadoras como drones, luces LED o conciertos culturales.
• Con los animales: preparemos espacios seguros para nuestras mascotas, evitemos que huyan o sufran, y recordemos que la fauna silvestre también paga el precio de nuestra “tradición ruidosa”.
• Con la comida: privilegiemos a los productores locales, a los campesinos y comerciantes de la región. Cada vez que compramos en un mercado estamos apoyando a México de verdad, no al eslogan vacío de una etiqueta importada.
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🌿 Consejo final
El verdadero “¡Viva México!” no debería escucharse entre humo, basura y plástico. Debería escucharse limpio, acompañado de prácticas que respeten el aire que respiramos, la fauna que nos rodea y la economía de quienes mantienen vivas nuestras raíces.
Porque no hay patria fuerte en un país que confunde fiesta con contaminación. El reto es claro: celebrar a México cuidando a México. Y aunque algunos se rían de Piedras Negras y sus drones caídos, yo prefiero verlos como valientes: se atrevieron a dar un paso hacia un festejo congruente con la tierra que habitamos. Y esa valentía, aunque imperfecta, vale más que mil cohetes iluminando el cielo por unos segundos.
Que este septiembre recordemos que amar a México no es gritar más fuerte ni tronar más pólvora. Amar a México es protegerlo, respetarlo y sostenerlo en cada decisión que tomamos, desde lo que consumimos hasta cómo celebramos.






