La mujer con la gracia de Dios es un reflejo vivo del amor divino en la tierra. La mujer con la gracia de Dios transmite paz, sus palabras consuelan y sus acciones edifican.
En su corazón habita una fe inquebrantable. Aunque enfrente dificultades o dolor, confía en que el Señor camina con ella. Esta gracia no la exime de pruebas, pero sí le da fuerza para superarlas. Es en su debilidad es donde se manifiesta el poder de Dios.
Su sabiduría proviene de una conexión íntima con Dios. Ella ora, escucha y actúa.
Sabe cuándo callar, cuándo hablar y cuándo simplemente estar presente.
Esa sensibilidad espiritual la convierte en una guía, una consejera y un ejemplo para quienes la rodean.
La gracia de Dios en una mujer se ve también en su humildad. No busca protagonismo ni reconocimiento, porque entiende que su valor no depende de lo que el mundo diga, sino de lo que Dios ha dicho de ella: que es amada, escogida y apartada para un propósito eterno.
Ser una mujer con la gracia de Dios no significa ser perfecta, sino estar en constante transformación. Su vida es un testimonio viviente de que Dios puede hacer cosas grandes con corazones dispuestos.
En un mundo que a menudo confunde belleza con apariencia y poder con dominio, la mujer con la gracia de Dios destaca por su autenticidad.
Nosotras las mujeres somos luz en la oscuridad, esperanza en medio del caos y testimonio de que, cuando una mujer se rinde al plan divino, se convierte en instrumento de bendición para todo lo que la rodea…
Esta es una cualidad sagrada que suaviza corazones y abre caminos!
Que sea tu luz la que brille a través de nosotras🤍
