Esta semana pensaba qué tema quiero compartir con mis amigos lectores y justo no quería entrar en lo que se llama zona de comodidad, y ahí surgió la principal idea hablar sobre la ZONA DE CONFORT, en el que el objetivo es reflexionar un poco de esta zona tan limitante y cómoda.
La zona de confort o de comodidad es ese lugar donde sabemos exactamente qué esperar. Donde nada cambia… donde todo está “bien”… pero nada realmente crece.
Es tentador quedarse en un lugar que conocemos, que aunque no nos llena nos funciona, que aunque no nos da todo lo que necesitamos estamos “cómodos/as”. Puede ser en el trabajo, en nuestra forma de ser, en nuestras relaciones, pareja, familia, amistades…
Es como ese sillón cómodo donde te sientas y dices “ahorita empiezo”… pero pasan los meses, los años… y el “ahorita” nunca llega.
Todos hemos estado ahí.
Yo también.
Y lo peor… es que se siente rico, agusto, no?
Pero ese confort tiene un truco oculto:
es un ladrón silencioso de tus posibilidades.
Porque no hay evolución sin incomodidad.
No hay salto sin riesgo.
No hay crecimiento sin ese mini miedo en el estómago.
Ahora sí como decimos, ¡el que no arriesga no gana!
La mayoría de las grandes historias que hoy admiramos… nacieron fuera de esa zona.
Alguien un día decidió dar un paso que le dio miedo.
Alguien dijo “ya”.
Alguien se cansó de quedarse donde estaba.
Salir de la zona de confort no significa que odies lo que hoy tienes…
significa que reconoces que mereces más.
Hoy… pregúntate honestamente:
¿Qué cosas sigues haciendo solo porque son cómodas?
¿Qué proyectos sigues posponiendo?
¿Qué sueños sigues guardando esperando un “momento perfecto” que jamás va a llegar?
Los grandes cambios empiezan con pasos pequeños… pero incómodos.
Creer es crear.
Y crear casi siempre incomoda primero.
Muévete.
Atrévete.
Empieza.
Aunque dé miedo. Aunque tiemble. Aunque no sepas si saldrá perfecto.
Lo cómodo no construye historias.
Lo valiente, sí.






