Tenía 12 años cuando por vez primera tuve entre mis manos un libro de Gabriel García Márquez: “Del amor y otros demonios”. Recuerdo que en la secundaria “Leyes de Reforma” hicimos una especie de Círculo de Lectura con el Prof. Urbano, y bendita casualidad que una de mis compañeras llevó esa novela y desde la primera página me enganchó. Sabía solo “por encimita” acerca del autor, en ese entonces no había internet y lo poco que conocía de García Márquez era su nacionalidad colombiana, que además de escritor era periodista, que radicaba en México y que había ganado el Premio Nobel de Literatura.
Desde niña adquirí el gusto por la lectura porque bien dicen que “el ejemplo arrastra” y en mi casa siempre había algo qué leer: revistas como Proceso, Vanidades, Expansión, TVyNovelas, TVNotas, Eres; libros de las I y II Guerras Mundiales, de política y religión. Recuerdo que mi papá nos decía que el leer nos iba ir formando un criterio propio y que nos fijáramos siempre en los autores de los libros.
No volví a tener contacto con las obras de García Márquez hasta la universidad, gracias a mi querida y admirada Maestra Oralia Esparza, en las materias Narrativa Latinoamericana I y II. Ahí fue que caí rendida ante el realismo mágico de sus letras, enamorándome perdidamente de su peculiar manera de llevar al lector a esos lugares maravillosamente descritos y sentir en las fibras más delicadas de la piel las vivencias de cada uno de los personajes de sus historias. Fue entonces que conocí a Mi Gabo; leí varias de sus biografías y fui enredándome en la magia de su estilo; supe el peso de Mercedes en su vida y cómo siempre terminaba hablando de ella en sus historias.Mi maestra Oralia nos hacía hincapié en la importancia de conocer la vida de los autores para así entender sus obras; qué razón tan acertada.
Así pasaron por mis manos y mis ojos “El Coronel no tiene quien le escriba”, “Crónica de una muerta anunciada”, “Cien años de soledad”, “El General en su laberinto”, “Noticia de un secuestro”, “Los funerales de la mamá grande”, “Memoria de mis putas tristes” y mi favorita por siempre: “El amor en los tiempos del cólera”. Me faltan por leer muchas de sus obras, pero ese estilo que permea en cada página es inigualable y único. De las películas y la serie que han hecho de sus obras no tengo mucho por decir ya que definitivamente el libro siempre será mejor.
El último libro que adquirí de él para mi biblioteca personal fue su autobiografía “Vivir para contarla”, allá como por el 2007, que se suponía había sido su última pieza antes de su lamentable muerte en abril de 2014. Sin embargo, el año pasado sus hijos nos sorprendieron con la publicación de la novela póstuma “En agosto nos vemos”, que actualmente me tiene atrapada y que a punto estoy de terminar.
Para quienes, como yo, disfrutan la experiencia de leer este realismo mágico del Gabo, resulta tan placentero dejarse llevar por esos relatos que pareciera nos trasladan a través de las historias hacia esos escenarios tan perfectamente descritos y que logran que tengamos esa catarsis.
He de confesarles queridos lectores que, aunque ponga de pretexto mis ocupaciones y limitaciones de tiempo, Mi Gabo siempre encuentra la manera de hacerse presente en mis historias de vida y recordándome porqué es mi escritor favorito y llevándome, aunque sea por los minutos en que estoy leyendo, a sentirme dentro de esas mágicas historias; soñando aún con ese Florentino Ariza que llegue a verme como su Fermina Daza.“- ¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -Le preguntó. Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses, y once días con sus noches. -Toda la vida -dijo.”
