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Delicias
domingo, octubre 12, 2025

Cuando las bombas caen sobre el futuro

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Vivimos en un mundo cada vez más ajeno. Las guerras ya no solo destruyen ciudades, sino que contaminan el aire, el agua y el futuro. Esta columna nace porque no puedo seguir callando ante la realidad que nos rodea. Mi objetivo no es presentar cifras vacías o hablar desde mi escritorio, sino cuestionar con ustedes, lectores, lo que estamos haciendo, o lo que no, con el planeta que nos sostiene y del que tanto nos servimos.

Hoy, como usted y yo, nos encontramos frente a las tensiones entre Irán, Israel y Estados Unidos,  que han dejado más que víctimas humanas. ¿Nos hemos detenido a pensar en el daño que estamos provocando al medio ambiente? Las explosiones en refinerías, las fugas en plantas energéticas y las emisiones de químicos tóxicos no son meros efectos colaterales; son parte del mismo crimen. ¿Quién limpiará ese aire contaminado? ¿Quién reparará el ecosistema dañado por los misiles?

Aunque no lo veamos en los titulares, la guerra deja cicatrices profundas en la tierra. El Organismo Internacional de Energía Atómica ha emitido alertas sobre los impactos en sitios nucleares iraníes, y el peligro de radiación sigue siendo una amenaza latente. Imaginen, si uno solo de esos ataques alcanza materiales radiactivos sensibles. ¿Cuántas generaciones tendrían que lidiar con las consecuencias? El no estar en la zona guerra no quiere decir que estemos excluidos de sus consecuencias.

Mientras tanto, en México, muchos miraban al cielo esperando las lluvias con esperanza. Pero me pregunto: ¿serán suficientes para mitigar el daño que le hemos causado a nuestros ecosistemas? ¿O simplemente estamos aplazando lo inevitable, mientras seguimos con la deforestación, la contaminación y el olvido?

Las lluvias recientes traen esperanza, sin duda, pero también una advertencia. Si no cambiamos, si no aprovechamos esta tregua natural para cuidar nuestras cuencas, sembrar árboles y capturar agua, ¿de qué habrá servido este respiro climático?

Este espacio no busca dar lecciones. Busca sacudir, incomodar. Porque lo cómodo ya nos trajo hasta aquí. Porque cuidar el planeta no es una moda ni una opción: es una urgencia. Y si no empezamos a actuar desde lo local —desde nuestro municipio, nuestra cuadra, nuestra casa— el daño será irreversible.

Piensa en esto: ¿de qué sirve construir más cuando no tendremos dónde respirar?

“Cuidar al planeta no es un acto heroico, es un acto de sentido común: nuestra casa no sobrevive sin nosotros”.

— Juntos Todos por la Vida en la Tierra.

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