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domingo, octubre 12, 2025

Moctezuma

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Hace 505 años, un 29 de junio de 1520, dejó este plano existencial a quien hoy traigo a estas páginas. Sin embargo, su real presencia no ha dejado de sentirse a lo largo de la historia mexicana en pequeñas o grandes manifestaciones etéreas. Hoy, me acompaña mientras bebo mi café y escribo sobre él, este hombre a quien le tocó vivir tiempos de impresionantes cambios. Su nombre significa “el que se enoja como señor” y se pronunciaba Motēcuzōmah Xōcoyōtzin, lo que en la actualidad pronunciamos como Moctezuma el joven, el gran huey tlatoani mexica.

Nació en el año de 1466. Su padre fue Axayácatl, el sexto tlatoani de Tenochtitlán, y su madre fue una de las esposas de éste, Izelcoatzin o Xochicueyetl, ambas hijas de Nezahualcóyotl. Dos de sus tíos fueron Tízoc y Ahuízotl, los dos gobernantes anteriores. Cómo podemos observar, provenía de un linaje real y como tal fue educado.
Asistió al Calmécac, la institución para los nobles mexicas, en la cual ingresó a la temprana edad de 5 años donde destacó por su disciplina y gran devoción por la religión mexica, cuya deidad más importante era Huitzilopochtli. Siendo apenas un adolescente, se hizo experto en la lectura de los códices y en 1484 comenzó su carrera religiosa como sumo sacerdote del templo de Huitzilopochtli, lo cual, a la par de su exitosa carrera militar, fueron aspectos relevantes para su posterior elección como huey tlatoani mexica.
Hasta aquí podemos observar que fue un hombre de su tiempo, se percibe que era feliz con el orden que le tocó vivir, destacando en cada etapa que enfrentó. Ni de lejos podía intuir, porque no había antecedentes en los que pudiera apoyarse, que la realidad de él y la de su pueblo cambiaría abrupta, totalmente y para siempre, con la llegada de hombres blancos y barbados provenientes de un lejano lugar que ni en sueños habría imaginado, que irrumpirían en la vida de este continente sin pedir permiso y sin respeto por las civilizaciones que aquí se habían creado ajenas totalmente al modelo europeo, pero más importante aún, llegaron con una visión totalmente diferente de la vida, misma que impusieron de una manera salvaje y atroz.

Pero volvamos un poco a la realidad que había en la época prehispánica (pre- antes, hispánica, España), cuando nuestro huey tlatoani fue emperador mexica y era ajeno totalmente a lo que sucedía en Europa y a sus habitantes. Físicamente, se dice que era un hombre de mediana estatura, delgado, de buen porte. Cabello negro reluciente hasta los hombros y una barba rala de cabellos largos. Era prolijo y solía bañarse varias veces al día, sus túnicas que seguramente eran de una exquisita confección, las usaba una vez y luego eran desechadas.
Algunos describen su mirada como bondadosa y que, al ver sus ojos negros como profundos pozos, daban ganar de quererlo, pero la verdad, es que fue un tlatoani que, como todos a usanza de sus tiempos, llevaba a cabo múltiples sacrificios humanos como parte de su cosmovisión religiosa, además acentuó las diferencias entre clases sociales en su comunidad, haciendo una gran diferencia entre nobles y plebeyos. Tenía prohibido que lo vieran directamente a los ojos y obligaba a los nobles a usar una túnica de plebeyo encima de sus suntuosos vestidos cuando estaban en su presencia, para que se notara más la diferencia entre su figura real y la del resto. Se hacía preparar 300 platillos diariamente, que, aunque era imposible que los probara todos, debían estar listos para degustarlos cuando él lo indicara. Usaba unas hermosas servilletas blancas de tela una sola vez, y estas llegaban al palacio real como parte del tributo que pagaban una de las tantas culturas que había sometido militarmente. Además, nadie podía hablar o hacer ruido mientras él degustaba su comida, por lo que la hora de la comida se volvía todo un ritual ceremonioso alrededor del gran tlatoani.

El mismo Hernán Cortés y sus hombres, se quedaron fascinados ante el majestuoso y sofisticado ritual gastronómico de Moctezuma, una suntuosidad que ni en Europa habían conocido. En otro importante aspecto de su vida, se sabe que tuvo más de 100 hijos e hijas y el número de sus esposas y mujeres era incontable. Su Palacio Real tenía una organización y planificación que haría palidecer de envidia a los CEO´s actuales. Entre tanta comida y vida amorosa prolífica, es difícil entender como le hacía para estar presente en muchas otras actividades, pero este emperador se daba tiempo para todo y su reinado se caracterizó por imponer fuertes medidas tributarias para hacer frente a algunos desastres naturales que derivaron en hambrunas, lo que hizo que fuera percibido como déspota y tirano.

Lejos estaba de saber que estaba cavando su propia tumba, pues ¿cómo podría haber sabido que estas acciones generarían que estas poblaciones prefirieran unirse a los españoles cuando estos llegaron, en vez de unirse a él, coadyuvando así en la conquista de este territorio? Y es que nadie se imaginaba, ni remotamente, lo que estaba por suceder, todos actuaron creyendo que era lo mejor, sin saber que era el principio del fin de la vida como la conocían hasta entonces.

Es muy difícil para nosotros en la actualidad entender lo que significó la llegada de hombres completamente diferentes en todos los sentidos a los que habitaban este continente. Tratemos de imaginar que hoy recibimos a una legión de seres de otro planeta que de pronto llegan a nuestro territorio con armas más poderosas que las nuestras intentando apoderarse de todo lo que nos pertenece. No los entendemos, no sabemos a ciencia cierta que quieren, pero no nos dan oportunidad de entender, simplemente arrasan con todo. Aun cuando intentemos hacer esta simulación nos quedamos cortos, porque la ciencia ficción, la globalización, los avances en la ciencia y la tecnología nos han dado herramientas para generar un contexto, oportunidad que los pueblos originarios no tuvieron. Ahora volvamos a ese tiempo y tratemos de sentir la sorpresa, la curiosidad, el miedo, la extrañeza, quizás un poco de repugnancia (los olores de los españoles eran fuertes y penetrantes, como lo atestiguan los escritos de la época), rechazo, admiración, y un sinfín de sentimientos encontrados que muy seguramente tuvieron los habitantes de este continente al ver los grandes barcos, los caballos, hasta ese momento desconocidos en este territorio, armas de fuego, la vestimenta, el lenguaje, la religión católica en contraposición al politeísmo reinante en estos pueblos originarios, su fisonomía, su visión del orden de las cosas, en fin, lo cierto es que nunca podremos comprender del todo lo que significó esta invasión para nuestros antecesores.

Pero seguimos avanzando en la historia y llegamos al momento en que Moctezuma conoce a Hernán Cortés. Fue un 8 de noviembre de 1519 en Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca. El primero tenía 53 años de edad, mientras que el segundo tenía 34 años. Imagino el estupor de Cortés al ver llegar a Moctezuma a bordo de una litera adornada con plumas y oro, trayendo consigo objetos de oro y plata, plumas y alimentos para regalarles, mientras que Cortés le obsequió a su vez, un collar de cuentas de vidrio. Este hecho me parece tan lleno de ironía y malos presagios que dan ganas de detener el tiempo justo en ese punto y hacer algo que cambiase el sentido de la historia, sin embargo, los hechos sucedieron así y ya nada podemos cambiar. A pesar de la gran hospitalidad de Moctezuma, este encuentro estuvo lleno de tensiones y malos entendidos, porque obviamente, Hernán y sus hombres no mostraron sus verdaderas intenciones. Es importante destacar que la intérprete en este gran encuentro histórico fue Malintzin, una mujer que también está pretendiendo con mucha insistencia tomarse un café conmigo, ya estamos agendando una cita 😉

Los hechos se sucedieron con gran rapidez y para irnos encaminando al triste fin del Emperador Moctezuma basta decir que desgraciadamente fue hecho prisionero por Cortés en su mismo palacio real, donde se le permitió, (bien lindo Hernán Cortés :S) seguir con su vida como siempre, con la limitante de no poder salir a su libre disposición ni tomar decisiones de gobierno, obviamente. Luego, Cortés tuvo que salir con urgencia para combatir a Pánfilo Narváez, quien pretendía arrestarlo por mostrar desobediencia a la corona española al llevar a cabo la conquista a su manera y no como lo ordenaba la corona española, dejando a cargo de Tenochtitlán a Pedro de Alvarado, quien nervioso ante lo que él creía que se podía avecinar, es decir, un amotinamiento mexica, ordenó la masacre en el Templo Mayor, conocida como la Matanza de Tóxcatl, mientras la nobleza y sacerdotes celebraban una fiesta religiosa. Aquí se dice, según una versión muy difundida, que el gran tlatoani Moctezuma subió a la azotea tratando de calmar a la población indignada por la matanza y que sitiaba el templo, pero que, al verlo, fue apedreado e insultado por su supuesta traición al ponerse del lado de los españoles, estas heridas infligidas por su misma gente lo llevaron unos días después a la muerte, según lo relató el mismo Hernán Cortés.

Afortunadamente, han salido nuevas versiones de historiadores contemporáneos, que apuntan a un hecho más real y apegado a la lógica de todos los acontecimientos que rodearon la conquista española. Moctezuma fue asesinado por los españoles, quienes ya habían mostrado esta forma de actuar anteriormente: asesinaron a Huatey en Hispaniola, a Atahuallpa en Perú y a Sagipa en Colombia cuando dejaron de ser útiles para los conquistadores, justo lo que pasó con Moctezuma. Pero la historia oficial trató de suavizar la violencia de los españoles, intentando desacreditar las acciones de los habitantes originarios de este continente, mostrándolos como débiles y traidores.

Moctezuma, desde hace 500 años está esperando a que la verdad, tal cual, salga a relucir, y se muestre como fue su actuar en realidad, con aciertos y errores, al fin un hombre producto de su tiempo, que muy seguramente amaba su vida y no estaba tan fácilmente dispuesto a renunciar a ella. Hace 505 años vivió y murió un hombre que hizo lo que pudo con lo que tuvo y que enfrentó una gran crisis muy diferente a todo lo que había experimentado antes, que en ese momento no lo sabía, pero dicha crisis significó un antes y un después para todo el continente americano.

Sin embargo, en este domingo 6 de julio del 2024, siento la compañía del emperador azteca, solícito y amable, colaborando en estas páginas que hoy escribo. Como nota mental recuerdo que no debo verlo a los ojos, por respeto a su jerarquía real y también porque tengo miedo de que despierte en mi ese deseo de quererlo, como dicen que solía pasar cuando lo veías a los ojos, en aquellos tiempos cuando vivía, como dueño y señor, en la gran Tenochtitlán.
Gracias, huey Tlatoani, por hacerme compañía mientras bebo mi café en esta mañana fresca, no me despido, esto es un ¡hasta siempre! Porque, como ya sabemos, el pasado se entrelaza con el presente y se abraza al futuro, manteniéndonos unidos en la eternidad.

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