Hace unos días se celebró el Día Mundial del Perro. Para muchos fue ocasión de subir una foto con su lomito, postear un meme tierno o compartir un recuerdo. Pero más allá del gesto, esta fecha debería hacernos cuestionar algo más profundo: ¿qué tan responsables somos con los animales que decimos amar?
Porque mientras aplaudimos la ternura de los perros en redes, en las calles de México y del mundo millones sobreviven entre el abandono, el hambre y el maltrato. Se estima que hay entre 200 y 700 millones de perros en situación de calle a nivel global. ¿Cómo llegamos a normalizar que haya tantos seres vivos sin hogar? ¿En qué momento se volvió común ver un perro desnutrido, herido o asustado y simplemente decir “pobrecito” y seguir de largo?
Tener una mascota no debería ser un acto impulsivo ni un gusto pasajero. Tener un perro implica un compromiso serio, profundo y duradero. Es tiempo, es dinero, es espacio, es paciencia. No se trata solo de querer, sino de poder. Porque cuando no puedes y aún así decides tenerlo, quien paga las consecuencias no eres tú… es él.
Yo he visto con demasiada frecuencia el ciclo de irresponsabilidad: se adopta o compra por impulso, no se esteriliza, llegan las camadas no planeadas, y luego el abandono. O peor, el encierro de por vida en un patio trasero sin atención ni cariño. En lo personal, me cuesta entender cómo alguien puede decir que ama a los animales mientras ignora sus necesidades básicas.
Y mientras reflexionaba sobre esto, apareció en redes una publicación que desató carcajadas: un supuesto avistamiento de un cocodrilo en Meoqui. La imagen, que en realidad mostraba a un cormorán, fue compartida con tanto entusiasmo que por un momento parecía que la noticia era real. Pero más allá del chiste, lo que revela es la desinformación que circula con facilidad.
Que quede claro, en Chihuahua no hay cocodrilos (al menos no en libertad). Nuestro ecosistema no lo permite: ni el clima, ni la vegetación, ni la disponibilidad de cuerpos de agua permanentes son aptos para su presencia. Sin embargo, en otras partes del país como Jalisco o Michoacán, estos reptiles sí habitan zonas costeras o humedales. En fechas recientes, se han registrado incidentes lamentables, como la muerte de un menor en Lázaro Cárdenas, atacado por cocodrilos en un canal. Las autoridades han comenzado a reaccionar, pero muchas veces con soluciones reactivas y no preventivas.
Y aquí es donde volvemos a tropezar con la misma piedra: ante el miedo, la respuesta casi siempre es el exterminio. Los cocodrilos son demonizados, vistos como monstruos que deben ser eliminados. Se olvida que ellos estaban ahí primero, y que su presencia es vital para la salud de los ecosistemas acuáticos. Son depredadores tope, regulan poblaciones, mantienen el equilibrio ecológico. El problema no es que estén cerca de los humanos; el problema es que nosotros invadimos su hábitat sin pensar en las consecuencias.
Así como desplazamos cocodrilos en los esteros, también estamos perdiendo el control sobre algo más cotidiano, más cercano y más apestoso: nuestra basura.
La región vive una crisis silenciosa que se hace visible cada semana en calles llenas de bolsas sin recoger. Las fallas recientes en la recolección han sacado a relucir no solo un problema logístico, sino también una falta de corresponsabilidad ciudadana. Vecinos que prenden fuego a su basura. Calles donde los perros rompen las bolsas y riegan los desechos. Lotes baldíos que se vuelven tiraderos clandestinos.
Y aunque el municipio ha intentado reordenar rutas, cambiar operadores y planear una planta de tratamiento regional, lo cierto es que el problema no se va a resolver solo desde las oficinas. Como ciudadanos también tenemos que cambiar el chip. Separar nuestros residuos, generar menos, decirle no al plástico innecesario, enseñar a nuestros hijos que tirar basura no es normal. Porque un municipio limpio no es responsabilidad exclusiva del camión recolector… es un esfuerzo colectivo.
Esta historia no es sobre perros. Tampoco sobre cocodrilos. Ni siquiera solo sobre basura. Es sobre lo que decidimos ignorar y lo que estamos dispuestos a cuidar. Es sobre cómo tratamos a lo que consideramos “inferior” o “molesto”. Es, al final, un reflejo de cómo habitamos este planeta: con prisa, con descuido… y muchas veces, con total indiferencia.
🐾 Consejo para cuidar a nuestras mascotas:
Antes de adoptar o comprar un perro, hazte tres preguntas honestas:
¿Puedo pagar su salud y alimento?
¿Tengo tiempo para atenderlo y educarlo?
¿Estoy dispuesto a acompañarlo por más de una década?
Si la respuesta es sí, adelante. Si no, espera. Apoya de otras formas. Pero no conviertas el abandono en parte del paisaje.
Juntos Todos por la vida que callamos.