Es cierto, el corazón de Delicias —nuestro querido Centro— necesita una buena remodelación, casi una cirugía mayor. Las banquetas rotas Y el alumbrado deficiente no invitan ni a pasar por ahí. Es una deuda histórica del gobierno y, por fortuna, parece que por fin será atendida. Pero, ¿y los comerciantes?, ¿también van a poner de su parte… o seguirán esperando que el milagro lo haga solo las autoridades?
Y ojo, no es por aguarles la fiesta (o sí tantito), pero ¿de qué sirve tener arbolitos recién plantados si el negocio sigue con el letrero deslavado, las vitrinas con polvo de 2003 y el trato al cliente digno de película de terror? El “pásele sin compromiso” ya no jala si lo dicen con cara de “¿a qué vino?”
Ya sé, ya sé. Me van a decir que no es fácil, que remodelar cuesta, que los estacionómetros espantan, y que el gobierno debería hacer más. ¡Y tienen razón! Pero ¿y ustedes? ¿Van a poner su granito de cemento o solo se van a sentar a ver si con el nuevo alumbrado los clientes llegan volando?
Porque ejemplos hay, y buenos. En plena tercera hay boutiques que, aunque sean del mismo dueño, han entendido la fórmula: remodelar, atender bien, poner promociones atractivas y cuidar a los clientes. Y miren, ¡les funciona! Simplemente entienden que el cliente de hoy busca algo más que una vitrina vieja con ropa de temporada… de hace dos décadas.
Así que, comerciantes queridos, no se me enchilen. Mejor échenle ganas. Porque si queremos un Centro vivo, bonito y lleno de gente… necesitamos algo más que banquetas nuevecitas. Necesitamos ganas de vender, de innovar y de no espantar al cliente desde la entrada.
