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Delicias
domingo, octubre 12, 2025

Me siento derrotado

Debes leer

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Una conocida lectora en ciernes, llega a mi despacho en desconocido lugar del estado de Chihuahua, a consultarme sobre el trabajo de poetas chihuahuenses, argumentado que está leyendo por leer, poesía. Quedo sorprendido primero porque lea poesía y segundo, ¿Por qué yo? ¿De donde saca que le puedo ayudar? Mi conocida lectora en ciernes, después de que le pregunto me dice, que alguien desconocido para mi la mandó conmigo, (me quedo totalmente desconcertado) se niega a darme más explicaciones, igual intenté ayudarla, es claro que me basé en mi brevísima recomendación, de entrada, en la amistad que tengo con algunos poetas del estado, después en que me gustan, no soy un critico de literatura, menos un conocedor de todo el panorama de la escritura en esta zona. Así que me fui con tres de los más cercanos, con los que atesoro amistad de muchos años: Enrique Cortazar, Juan Cristóbal Pérez Paredes, y Erwin Limón; del primero destaqué de entre todos sus libros “Ventana abierta”, editado por la UNAM, en 1993, considero es el mejor libro de mi querido Enrique, en lo que él no está del todo de acuerdo. Del también querido, Juan Cristóbal, “Ebrio ante la luna de la montaña”, editado por Medusa en 2022, es lo mejor que le he leído, y del gran Erwin Limón, “Estos pasos tras de mi” editado por Sauvage Atelier, en 2023, aun me cautiva. Mi conocida lectora en ciernes, casi como un estudiante universitario de literatura mexicana, me llenó de preguntas, contrastadas todas, que si los comparaba entre sí, que si respetaban la tradición poética, sobre la forma, el fondo, el sentido estético; de pronto me sentí abrumado, (dije no soy experto, desde el inicio) no importó mi cara de desconcierto siguió con más preguntas, a las que de manera ágil del torero que quise ser de niño, después de dos verónicas y tres naturales, me sentítriunfante, pensé -me sacan en hombros-. No, insuficiente, mi lectora en ciernes, remetió con más preguntas, pidió más autores, a lo que de bote pronto conteste, Edgar Treviso, José Luis Domínguez, Jorge Humberto Chávez, y otro tanto de poetas que me llegaron a la memoria, (traicionera siempre). Empecé a desesperarme, ella, seguía sentada a pierna cruzada con un cuaderno de espiral de esos que te dan como artículos promocionales en las convenciones, a las que seguro asiste con frecuencia, ya que, al terminar nuestra extensa charla, al abrir su bolso descubrí también de espiral,otro, no pude ver si era del mismo promotor, su asomo fue discreto, como discreta mi curiosidad en su bolso negro, de tela sintética, formado de manera curiosa por el contenido imaginario, ya sabe usted desconocido lector, labiales, cepillos, perfumes, cartas de amor o desamor, algún recipiente de plástico con residuos de comida, pañuelos desechables, lentes de sol, un libro, que dan, insisto formas caprichosas e irrepetibles, como agua de rio o la vida,  y una banda que la sostiene y se terciaria al salir. En este punto espero usted ignoto lector, esté ya tan desesperado como yo. Me pidió también títulos, editoriales, referencias y más, no lo va a creer, me dijo aprovechando que los conoce,preséntemelos, para pedir el autógrafo, si consigo comprar los libros. Me puse quieto como acostumbro, esta vez golpeando la punta del pie derecho contra el piso de madera de mi vieja oficina, a esa hora de la tarde poco iluminada, noté su molestia, golpeé un poco más fuerte y con más frecuencia, así pude estar seguro de su informidad. Iluso de mí, este acto solo la puso inquieta, y de pronto de la nada, tomo su bolígrafo de gel, color gris (el bolígrafo, la tinta era azul) tomó sus ultimas notas y preguntó si estaba ansioso, o desesperado, lo pasó a la mano izquierda, ella era derecha, lo apretaba con fuerza, me sentí asustado (me asusto con facilidad), le contesté que no, colocó el bolígrafo con cuidado en el gris espiral de su cuaderno lleno de publicidad y notas, sonrió con discreción, de manera sorpresiva me invito a un café y un tiramisú, mientras se ponía de pie, a lo cual tuve que negarme, el lugar que escogió no es de mi gusto, fue insistente como con sus preguntas, confieso desconocido lector que al final después de mis negativas y su enojo, en esa poco iluminada tarde de oficina, se marchó azotando la puerta, me sentí derrotado, confuso de mí, tome un poco de bourbon, -un  par de tragos-, continué mi lectura intentando recordar sus apellidos, como dije es una conocida lectora en ciernes, que gusta de los gatos y café, de algunas plantas y ríos, y de quien apenas recuerdo su nombre. 

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