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domingo, octubre 12, 2025

“El saco roto de la prevención”

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El caso confirmado en Zacatecas de una joven de 17 años mordida por un zorrillo silvestre volvió a poner la rabia en los titulares. No es una enfermedad nueva: en México el último caso humano transmitido por perro ocurrió en 2006, y en 2019 la Organización Mundial de la Salud reconoció al país como libre de rabia canina. El problema es que el “éxito” nos hizo bajar la guardia: desde el año pasado los municipios dejaron de recibir vacunas gratuitas de la federación y los estados, obligando a los dueños responsables a acudir con su veterinario privado, y a quienes no lo son, simplemente a omitir la prevención en sus mascotas. El riesgo de confiar en un control a medias es simple: lo que se da por erradicado puede volver a mordernos.

La rabia, mortal en casi el 100% de los casos una vez que aparecen síntomas, sigue presente en la fauna silvestre: murciélagos, zorros, coyotes. Y aquí surge la pregunta incómoda: ¿debemos verlos como enemigos? Nada más lejos. La gran mayoría de los murciélagos son inofensivos, no portan rabia y cumplen funciones vitales como polinizar, dispersar semillas y controlar plagas de insectos. Lo mismo ocurre con zorros, coyotes, aves rapaces, serpientes y hasta pequeños reptiles: regulan poblaciones, mantienen equilibrios y son parte del engranaje que sostiene la biodiversidad. Sin ellos, los ecosistemas colapsan. El problema no está en la vida silvestre, sino en nuestra incapacidad de prevenir, educar y actuar con responsabilidad. Demonizarla solo abre la puerta al maltrato y al exterminio disfrazado de “control”.

Ese desprecio hacia la vida silvestre se refleja en lo ocurrido recientemente en Calkiní, Campeche, donde durante una fiesta patronal se golpeó una piñata rellena con iguanas y serpientes vivas. No fue un “juego inocente”, sino la muestra de cómo hemos convertido a los animales en objetos desechables, en caricaturas del mal a las que se les puede agredir sin consecuencias. Esa misma mentalidad es la que hace que, cuando aparece un murciélago enfermo o un zorrillo en un corral, la respuesta no sea prevención ni respeto, sino violencia y exterminio. Y es justamente ahí donde germina la desinformación: creemos que eliminando al animal se elimina el problema, cuando lo que realmente necesitamos es educación, protocolos y responsabilidad.

Las cifras hablan por sí solas: además de la rabia, en América Latina circulan más de 200 enfermedades zoonóticas capaces de transmitirse entre animales y humanos. Y si de alertas reales hablamos, la que debería ocuparnos con mucha más fuerza en la zona norte es la rickettsiosis, transmitida por la garrapata café del perro y responsable de decenas de muertes en los últimos años, sobre todo en comunidades vulnerables. A ello se suma un fenómeno difícil de cuantificar, pero evidente en los titulares: la violencia contra la fauna silvestre. Murciélagos quemados, zorros perseguidos, serpientes apedreadas… cada acto de agresión no solo es un reflejo de ignorancia, también es una chispa que puede detonar nuevos riesgos sanitarios y ambientales. Y, aun así, seguimos actuando como si con un reconocimiento colgado en la pared bastara para sentirnos protegidos.

Vacunar a tu mascota hoy no es gratis, pero sigue siendo indispensable. La desinformación mata tanto como el virus: no, la rabia no siempre presenta espuma en la boca; no, no basta con “esperar a ver si el perro cambia de conducta”; y no, no estamos exentos porque “ya se erradicó”.

Consejo incómodo

Si tienes perro o gato, vacúnalo cada año aunque tengas que pagar en tu clínica veterinaria de confianza: cuesta menos que un tratamiento de urgencia y salva vidas. Protege también contra garrapatas y parásitos: un baño o un collar antipulgas puede parecer poca cosa, pero puede marcar la diferencia entre salud y tragedia. Y como sociedad, dejemos de repetir el ciclo de ignorancia: no se trata de linchar a la fauna silvestre cada vez que aparece, sino de respetarla, entender su papel en el ecosistema y aprender a convivir con ella. Prevenir es más barato, más seguro y más justo que reaccionar tarde. Porque si seguimos dejando que la prevención se escape por un saco roto, lo que hoy presumimos como control se convertirá mañana en crisis.

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