Cuando empecé a vivir mi vida con mayor conciencia en el aquí y el ahora el algoritmo de la vida, además del de Internet, se encargó de ir introduciéndome diferentes filosofías y pensamientos relacionados con la serenidad, la resiliencia, la antifragilidad, la paz y la tranquilidad con uno mismo.
Una de las tantas frases sabias con las que identifico a mi papá es “No hay mal que por bien no venga”, la cual siempre decía durante las diversas crisis económicas y de incertidumbre por las que nuestra familia ha llegado atravesar. Complementando siempre la ideología de mi Padre, está la enorme fe y congruencia con la que mi Mamá nos ha instruido, no solo de palabra, sino con su ejemplo; así que de ella aprendí que Dios siempre quiere lo mejor para nosotros y que si nos decidimos a confiar en Su Plan de Vida para cada uno, todo lo demás será dado por añadidura.
“Lo que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó”, cita el versículo 15 del capítulo 3 del Eclesiastés. Sin embargo, para la población no cristiana existen frases similares que, al ponerlas en práctica, te llenan de confianza y te hacen el caminar por la vida más ligero. “C’est la vie” es una expresión francesa que se traduce al español como “Así es la vida“. Se utiliza para expresar aceptación, resignación o para indicar que uno debe aceptar la realidad o las circunstancias que no se pueden cambiar, a menudo con una sensación de “qué se le va a hacer” o “así son las cosas” (De hecho, mi canción favorita del cantautor chiapaneco Reily Barba lleva esa frase por título). En inglés está la expresión “It is what it is“, la cual se traduce al español como “es lo que es“, “es lo que hay” o “las cosas son como son“, y se usa para expresar la aceptación de una situación incontrolable o frustrante, reconociendo que no se puede cambiar y que simplemente debe aceptarse tal cual es.
Hace casi dos años empecé a vivir una situación extraordinaria en mi vida que me empezó a llenar de dudas y de contrariedades, pero a la vez trajo de vuelta a mis ojos un brillo especial de felicidad y gozo. Entonces llegó SHOGANAI, expresión japonesa que significa “no hay nada que hacer” o “no se puede evitar“; la cual se refiere a la aceptación de situaciones que están fuera de nuestro control, promoviendo una actitud de resignación pragmática ante lo inevitable. Es una filosofía que fomenta el realismo, la resiliencia y la capacidad de seguir adelante sin quedarse atrapado en la frustración por lo que no se puede cambiar y, según la cultura de los nipones la expresión refleja una actitud arraigada en la resiliencia, el esfuerzo y la capacidad de asumir las tragedias con serenidad.
En mi participación de la semana pasada los introduje un poco a mi filosofía de vida y llamó mi atención que en la retroalimentación que ustedes, queridos lectores, tienen a bien realizarme, me escribieron “ahora encuentro sentido a lo que proyectas”. No vivo resignada, acepto lo que es mi vida, lo que hay, quiénes están y trato de ir tomando mis decisiones con discernimiento, priorizando aquello que me va a permitir seguir en paz y serenidad. Fácil no es; pero sigo creyendo que todo lo que pasa en nuestras vidas, así como cada persona que llega a formar parte de nuestras historias, tiene una razón y con eso me quedo. Aprendizajes que me van llenando de experiencias y me hacen reforzar el por qué los dos primeros párrafos del poema de Santa Teresa de Ávila es mi oración favorita en momentos de desolación e incertidumbre.
“Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta”.