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domingo, octubre 12, 2025

Victoriano Huerta, un tirano con el corazón roto

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“La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta, mariguana que fumar” este era un verso muy conocido y muy cantado en tiempos de la Revolución Mexicana interpretado en medio de risas y burlas por las tropas villistas y constitucionalistas haciendo alusión a un personaje detestado en aquella época: el general Victoriano Huerta, y es que aunque no está comprobado que consumiera mariguana, era alcohólico y solía empezar a beber coñac después del desayuno, así que para la tarde noche ya andaba bastante pasado de copas, lo que hizo que su fama lo precediera y que propios y extraños repudiaran su conducta fuera de control.

Pero ¿quién era Victoriano Huerta y porqué es hasta la fecha uno de los personajes históricos más aborrecidos de la historia de nuestro país?  Nació un 23 de marzo de 1845, en Colotlán, Jalisco. Provenía de una familia mestiza, humilde y rural, aunque algunos registros indican que él se asumía como huichol. Aprendió a leer y escribir en la escuela municipal soñando con estudiar una carrera militar porque era la única forma de salir de la pobreza. Fue un estudiante destacado al que describen como enérgico y decidido al punto que el general Donato Guerra lo contrató como secretario particular cuando Huerta apenas tenía 15 años de edad, lo que lo llevó a subir un peldaño más en su ambicioso sueño ya que, gracias a esto, le otorgaron una beca para estudiar en el Colegio Militar de Chapultepec donde se graduó con honores y ya con el rango de teniente. Y aquí viene el primer episodio que presagiaba quizás, el futuro protagónico del joven militar, ya que el presidente de la República Mexicana, Benito Juárez, fue quien entregó los reconocimientos a los cadetes y elogió particularmente a Victoriano con estas palabras: “de los indios como usted, la patria espera mucho”.

De ahí su carrera militar fue en ascenso ya que era disciplinado y tenía una gran capacidad táctica, además de que sabía ganarse la confianza de sus superiores. Destacó en su servicio bajo el régimen de Porfirio Díaz donde ascendió a capitán, mayor y finalmente a coronel. Participó en batallas contra insurgencias locales llamando la atención por su estrategia y severidad, aunque es justo en este tiempo cuando también empieza a beber alcohol de una manera desmedida.

Luego, durante el gobierno de Francisco I. Madero es nombrado comandante militar de la capital y luego de la Decena Trágica, traicionó a Madero asesinándolo junto a Pino Suárez, convirtiéndose en presidente de facto y fue así como su fama de traidor y autoritario se consolidó.

Hasta aquí hemos visto someramente su carrera y el porqué de su fama, pero hasta un traidor y tirano tiene su corazoncito. Y es justo sobre un pasaje de su vida personal que quiero contarles el día de hoy. Según los rumores de la época, confirmados por algunos de sus descendientes, se dice que Victoriano Huerta alrededor de sus treinta años conoció a una mujer de ascendencia española cuya familia era de buena posición económica, era una joven distinguida, educada y elegante, su nombre: Mercedes Águila. Huerta se enamoró profundamente de Mercedes, pero cuando se armó de valor y le confesó su amor, ella le respondió que ya estaba comprometida para casarse con su novio, el General Joaquín Maas Flores. El joven Huerta, herido de muerte en el corazón intentó ahogar su pena en alcohol, pero jamás lo logró. Pragmático como era, decidió que, aunque nunca pudiera consumar su amor con Mercedes tendría que estar cerca de ella para siempre, por lo cual se le ocurrió una idea terriblemente egoísta y que tendría consecuencias para la vida de él y de quien tuvo la desgracia de cruzarse en su camino: cortejó a la hermana menor de Mercedes, la señorita Emilia Águila, a quien le propuso matrimonio. Nunca sabremos sí Emilia se enteró del verdadero motivo por el cual la pretendió el general Huerta, pero el hecho real es que aceptó y caminaron hacia el altar un 21 de noviembre de 1880. Y lo cierto es que tampoco fueron felices en esa unión, aunque tuvieron 11 hijos, ya que ella tuvo que sufrir la humillación de ser engañada con otras mujeres, lo que era del dominio público. Él se había casado con una mujer a la que nunca amó, con la retorcida intención de permanecer cerca de quien realmente estaba enamorado.

Volvamos a su vida política y pública, ya que solo estuvo en el poder durante 17 meses, gracias a la intervención de Carranza, Villa y Zapata siendo el 15 de julio de 1914 cuando tuvo que salir de la capital de noche, a escondidas y apresuradamente con rumbo a Veracruz, acompañado por algunos pocos oficiales de confianza. Iba desmoralizado y temeroso sabiendo que su reputación como traidor lo ponía en una situación muy vulnerable. Su ambicioso sueño había terminado, de Veracruz partió a España y luego a otros países europeos, para terminar en El Paso, Texas, donde finalmente murió en 1916 víctima de cirrosis a consecuencia de su alcoholismo.

Emilia quizás por fin encontró la paz que tanto habría anhelado y vivió 17 años más radicando discretamente en México, atendiendo y criando a sus hijos e hijas, procurando no estar vinculada en ningún asunto político ni público. Solo ella supo lo que tuvo que vivir y enfrentar al ser esposa de un hombre severo, ambicioso, alcohólico, mujeriego y encima, un gran traidor de la patria. Pero se mantuvo digna hasta el final de sus días ya que esos eran hechos que no le correspondían a ella explicar ni solucionar. Dos vidas que se unieron por un deseo egoísta y que terminaron formando parte de la historia de nuestro país, entrelazándose con nuestras propias historias formando parte de nuestro presente y futuro, para siempre-jamás.

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