Murciélagos: exterminar a los aliados
En México tenemos una habilidad especial para pelear contra quienes nos ayudan. Lo hacemos con frecuencia y con una lógica digna de estudio: atacar a los murciélagos porque creemos que son culpables del gusano barrenador.
La decisión en Yucatán de distribuir redes de niebla para “barrer” colonias enteras de murciélagos no solo es ilegal, sino un verdadero suicidio ambiental. Hablamos de animales que consumen entre el 50 y 150 % de su peso en insectos cada noche, que polinizan al menos 500 especies de plantas y que han hecho posible industrias completas como el tequila y el mezcal.
Los datos son claros: en Estados Unidos se calcula que el servicio ambiental de los murciélagos ahorra 3,700 millones de dólares al año en pesticidas. Y aquí, en lugar de cuidarlos, preferimos exterminarlos.
El gusano barrenador (Cochliomyia hominivorax) es real y peligroso: infecta al ganado, puede generar crisis sanitaria y ya provocó que Estados Unidos suspendiera temporalmente importaciones. La última vez que enfrentaron este parásito tardaron 30 años en erradicarlo. Hoy se estima que en México un 0.005 % del hato ganadero está en riesgo. Es grave, pero la solución no está en matar murciélagos, sino en reforzar la técnica del insecto estéril y en aplicar ciencia, no ocurrencias.
En Chiapas, especialistas lo han dicho claro: los murciélagos no son el problema, son parte de la solución. Si desaparecen, lo que perderemos no será solo biodiversidad, será resiliencia agrícola, salud pública y soberanía alimentaria.
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II. Animalistas sin bases: más tendencia que conciencia
Mientras tanto, en Chihuahua vivimos otro episodio de esos que dejan mal sabor de boca. Un grupo de “antitaurinos” decidió vandalizar la Presidencia Municipal para protestar contra las corridas de toros… en una ciudad donde no existe plaza de toros.
El resultado fue predecible: titulares mediáticos, fotos en redes, algunos aplausos fáciles y, en paralelo, la deslegitimación de quienes sí trabajan de verdad por el bienestar animal.
Lo he dicho antes: lo malo de algunos “animalistas” o “ambientalistas” es que parecen más influencers de la polémica que defensores de una causa real. Mucho ruido, pocas bases, cero estrategia. Y ese tipo de espectáculos terminan opacando la labor de organizaciones serias que día a día logran miles de esterilizaciones, promueven adopciones responsables y educan a comunidades enteras para reducir la sobrepoblación de perros y gatos.
¿De qué sirve rayar paredes si al día siguiente no hay menos animales en la calle, ni más campañas, ni más conciencia? La protesta vacía genera división, no resultados.
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El consejo incómodo
Aquí lo incómodo es evidente: estamos confundiendo enemigos y aliados. A los murciélagos, que son esenciales para la agricultura y la salud pública, los queremos exterminar. Y a las causas reales, que deberían defenderse con ciencia y estrategia, las estamos entregando a influencers que buscan más la cámara que la solución.
El planeta no necesita más gritos ni pintas, necesita resultados. Necesita ciencia aplicada, campañas permanentes y un compromiso real.
La próxima vez que alguien piense en matar murciélagos o en vandalizar un edificio, que lo piense dos veces: unos son aliados invisibles que nos sostienen la vida diaria, los otros deberían ser aliados sociales que sostengan la conciencia. Y ninguno merece convertirse en tendencia pasajera.