Para quienes estamos inmersos en el Sector Educativo de nuestra región estos últimos días han sido de mucho revuelo, pero también de momentos de introspección para quienes somos conscientes del importante papel que tenemos al impactar la vida de nuestros alumnos, así como de sus familias.
Entiendo que no todos los docentes, directivos, administrativos y personal de apoyo de la Educación trabajamos con la misma entrega y amor al servicio, sin embargo, en ocasiones nos toca pagar “justos por pecadores”. Algunos padres y madres de familia han optado por dejar a las y los maestros el peso de formar a sus hijos e hijas en valores, cuando esa responsabilidad no nos corresponde. Sí, somos partícipes en la transformación de las vidas de nuestros pupilos, pero no podemos influir en ellos cuando salen de nuestras instituciones educativas y se desarrollan en un contexto en el que no tenemos injerencia.
Se habla mucho de la fractura que tiene el tejido social desde su base fundamental: la familia. Sin embargo, no podemos solamente “echar culpas” sin actuar. Origen no es destino, escuché con atención decir a un importante e ilustre funcionario público estatal, y sus palabras me resonaron sobremanera. En las escuelas sí formamos y claro que también cambiamos las vidas de personas, mostrándoles que hay nuevas oportunidades y diferentes caminos por seguir, aun cuando pareciera que por sus historias familiares no hubiera otras alternativas. Por eso me siento tan orgullosa de tener bien puesta la camiseta de mi CECATI, porque nuestros slogans engloban nuestra naturaleza: capacitamos y cambiamos vidas.
Les relato a continuación uno de nuestros tantos casos de éxito con el que demostramos que, aun cuando se tomen malas decisiones en ciertas etapas de la vida, siempre hay momento para arrepentirse y decidir tomar otros caminos. Hace algunos años llegó a nuestro plantel un instructor con muchísimas ganas de trabajar y de compartir con los alumnos de su especialidad sus conocimientos. El caso de este profesor era un tanto peculiar puesto que él había recibido la capacitación de lo que ahora estaba enseñando estando privado de su libertad, gracias a una Acción Móvil de un CECATI en una penitenciaría. Él no buscó una escuela, la escuela llegó a dónde se encontraba, ayudándole a descubrir y desarrollar ese gran talento que posee. Hoy en día sus grupos se llenan y es un emprendedor, pues ya tiene sus propios negocios y es un destacado profesional en su área, demostrándonos así, que nuestras malas decisiones no tienen por qué definirnos, sino que sólo debemos estar abiertos a las oportunidades que la vida misma nos pone en el camino.
Nosotros, las y los docentes, somos esos eslabones que, en teoría, de la mano de los padres de familia, componemos la cadena de valor para hacer algo diferente en la sociedad. Así que en la realidad de hoy te dejo la siguiente pregunta: ¿Qué tan fuerte es tu eslabón en esta cadena?