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lunes, diciembre 8, 2025

COP30, la gran conversación que arde más lento que el planeta

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Hay algo casi poético en ver a los líderes del mundo reunirse a discutir sobre el clima mientras, afuera, el planeta se calienta como comal. La COP30 fue justamente eso: una mezcla rara entre urgencia global y diplomacia lenta, como si todos supiéramos que la casa se está quemando, pero decidiéramos primero debatir sobre el color de los extintores.

Belém se convirtió en escenario del optimismo climático internacional. Discursos sobre la Amazonía, ceremonias multicolores, delegaciones que llegaron con la energía de quien promete cambiar el mundo… y con la misma facilidad con la que uno promete comer sano el lunes. Nadie puede negar que hubo buenas intenciones, pero tampoco que las intenciones llevan treinta años intentando enfriar un planeta que no deja de romper récords.

Hubo momentos memorables: la exigencia de más de 80 países para trazar por fin una ruta realista hacia el abandono de combustibles fósiles, el reclamo de pueblos indígenas que ya no quieren ser decoración de discurso sino protagonistas de su propio territorio, y los anuncios millonarios para financiar la adaptación. Pero, como siempre, entre lo que se dice y lo que se hace hay un abismo más grande que cualquier río amazónico.

Porque sí, se habló de dinero, y en cantidades que marean. Se habla de pasar de cientos de miles de millones a más de un billón de dólares anuales para enfrentar la crisis climática. Cifras que parecen diseñadas para un planeta ideal, no para uno que ya llegó al límite. Cifras que suenan heroicas… hasta que recuerdas que la última década ha demostrado que prometer es fácil y cumplir es opcional.

La ironía es fina, casi elegante: las delegaciones piden valentía mientras regresan a países que siguen aprobando nuevos pozos petroleros; hablan de “defender la vida” mientras negocian el lenguaje exacto para que nadie se comprometa demasiado; declaran “emergencia climática” desde salones perfectamente climatizados. Y uno piensa: si esta es la emergencia, ¿cómo será la apatía?

Pero lo más incómodo de la COP30 no es lo que se dijo, sino lo que dejó de decirse. Nadie quiere admitir que estamos en la fase en la que ya no basta con mitigar: ahora toca sobrevivir. Que la adaptación va a ser más determinante que cualquier meta de emisiones. Que la justicia climática no es una frase bonita, sino el recordatorio de que millones de personas ya están pagando por decisiones que nunca tomaron. Y que no hay protocolo diplomático capaz de detener un planeta que sigue calentándose pase lo que pase en las negociaciones.

La verdad incómoda es esta: la COP30 mostró que la política avanza a un ritmo y la crisis climática a otro. Uno camina. La otra corre. Y eso, aunque nadie lo diga en voz alta, es la verdadera emergencia.

Y entonces, como siempre, la conversación regresa a la misma pregunta: ¿qué hacemos? Porque algo queda claro: el futuro no se definirá en Belém ni en ninguna sala de conferencias. Se define en lo que cada persona hace —o deja de hacer— cuando nadie la aplaude. En la forma en que usamos el agua, en lo que compramos sin pensar, en la basura que generamos, en el calor que toleramos, en las decisiones que tomamos todos los días sin darnos cuenta de que también son decisiones climáticas.

Tal vez por eso la COP30 no es un fracaso, pero tampoco es el triunfo que muchos quisieran vender. Es un recordatorio de que el reloj sigue avanzando, de que la crisis no espera protocolos, de que la Tierra no negocia. Y de que, si seguimos creyendo que otro vendrá a resolverlo, terminaremos siendo la generación que lo supo todo, lo entendió todo… y aun así no hizo lo suficiente.

No es un sermón. Es un espejo. Y a veces los espejos incomodan más que cualquier cumbre internacional.

Consejo Incómodo: deja de esperar el gran acuerdo mundial para empezar a actuar. El planeta no necesita que firmes una declaración, necesita que modifiques un hábito. El cambio climático no se enfrenta solo con diplomacia: se enfrenta con coherencia.

Juntos Todos por la Naturaleza que Ya No Admite Discursos Vacíos.

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