8.3 C
Delicias
lunes, diciembre 8, 2025

“Economía Circular… con un agujero en medio”

Debes leer

- Publicidad-spot_img

México amaneció con una noticia que, en apariencia, suena a que por fin nos estamos tomando en serio el tema ambiental: una nueva Ley General de Economía Circular. Suena elegante, moderno, europeo. Uno escucha “circular” y piensa en un sistema perfecto donde nada se desperdicia, donde los productos vuelven a nacer como si fueran mariposas del reciclaje. Pero basta rascarle tantito al discurso para descubrir que esa “circularidad” tiene más agujeros que un colador viejo.

La idea central es sencilla: las empresas deberán hacerse responsables de los productos que ponen en el mercado. Suena lógico. Suena justo. Suena progresista. Pero también suena a esa frase que todos hemos escuchado en una comida familiar: “Sí, yo lo recojo al rato”. Y ese “al rato”, sabemos, nunca llega.

La propuesta afirma que ahora sí, las empresas reciclarán sus propios residuos, les darán uso, los convertirán en nuevos materiales, cerrarán el ciclo. Pero no dice cómo impedir que sigan produciendo toneladas de envases, empaques y cacharros desechables que nunca debieron existir. No toca la raíz, solo recoge las hojas secas. Es como decirle al fumador que no pasa nada si sube a tres cajetillas diarias… siempre y cuando recicle las colillas.

Lo más delicado es que se quiere vender la narrativa de que “todo puede aprovecharse”, “todo puede tener valor”, “nada es basura”. Un discurso peligrosamente conveniente para las industrias que llevan décadas llenándonos el país de plástico disfrazado de progreso. Peor aún: la ley coquetea con legitimar prácticas que ya conocemos bien, como la incineración de residuos vestida de “valorización energética”. Es decir: quemar basura, pero con apellido elegante. Quemar basura que no desaparece: se convierte en humo, toxinas, partículas que respiramos todos, especialmente quienes viven cerca de basureros, carreteras o zonas vulnerables.

Las organizaciones ambientales llevan semanas alertando que esta iniciativa podría significar un retroceso, no un avance. Que corre el riesgo de convertirse en una ley diseñada más para tranquilizar conciencias corporativas que para proteger ecosistemas. Que, en lugar de reducir la producción de plásticos, la terminará normalizando. Que, en vez de fortalecer a los recicladores verdaderos —los que viven de esto, los que rescatan de manera real los materiales que otros tiran— los deja fuera del modelo, como si fueran un estorbo y no el engranaje invisibilizado que mantiene a flote el reciclaje en México.

Pero lo que más indigna no está en el papel: está en la intención simbólica. La economía circular, en su forma más pura, debería empezar por lo más sencillo: producir menos. Diseñar mejor. Extender la vida útil de las cosas. Reusar, reparar, compartir. Y luego, solo luego, reciclar lo mínimo indispensable. Pero esta versión de economía circular parece una vuelta larga para no tocar lo incómodo: limitar a la industria. Regular al verdadero generador. Decirle a las empresas: “Tienen que dejar de producir basura”. Y claro, eso nadie se atreve a ponerlo en la ley. No conviene políticamente. No conviene económicamente. No conviene electoralmente.

Y aquí es donde la historia toca al ciudadano. Porque esta ley no es algo lejano que ocurre en oficinas de la capital: va a definir qué consumimos, qué respiramos, qué tiramos y qué heredamos. Va a influir en las tarifas municipales, en el manejo de rellenos sanitarios, en cuánta basura llega a las calles de tu colonia, en cuánta contaminación respirarán tus hijos, en si tu municipio puede o no controlar el problema. Va a influir en el sistema de reciclaje del país, que ya está roto, parchado y sostenido por quienes menos ganan y más trabajan.

Si la ley privilegia a las empresas, las empresas producirán más. Si la ley normaliza quemar residuos, quemarán más. Si la ley excluye a recicladores reales, se perderá la única red funcional que recupera miles de toneladas cada año. Y si la ley permite que se siga vendiendo plástico como si fuera oxígeno… pues la basura seguirá creciendo. Pero ahora con un discurso bonito que diga “circulamos hacia el futuro”.

Lo circular no es producir basura para reciclarla: es dejar de producir basura. Lo circular no es un logotipo verde en un empaque: es un sistema que evita que ese empaque exista. Lo circular no es reciclar; es repensar. Reparar. Rehusar. Reducir. Pero eso, lamentablemente, no aparece subrayado en la letra fina.

Consejo Incómodo: no caigas en la trampa del “si reciclas, ya cumpliste”. No. Reciclar es el último recurso, no el primero. Exige menos plástico, rechaza envases que no se puedan reutilizar, elige productos duraderos, apoya a los recicladores locales, denuncia quemas e incineración disfrazada, y cuestiona cada vez que una empresa te venda la fantasía de lo “eco” solo porque pintó un símbolo circular en una etiqueta. El planeta no necesita que reciclen más: necesita que produzcan menos.

Juntos Todos por una circularidad sin humo.

- Publicidad-spot_img

Últimas noticias

- Publicidad-spot_img
- Publicidad-spot_img
- Publicidad-spot_img
- Publicidad-spot_img