Esta semana cumplí años. Y aunque algunos lo ven como un trámite más en el calendario, para mí este cumpleaños tuvo un significado distinto. No por el número —que, a veces, hasta procuramos esconder, sino por lo que representa crecer por dentro, no por fuera.
Con el tiempo he descubierto que cumplir años no es acumular velas, sino aprendizajes. No es sumar días, es sumar conciencia. Es mirar hacia atrás sin quedarte atrapado ahí, y mirar hacia adelante sin perderte en lo que aún no sucede. Cumplir años es, en esencia, una pausa: un momento para preguntarte cómo estás viviendo, no solo cuánto has vivido.
Cada cumpleaños trae algo escondido: un recordatorio de que seguimos aquí, de que todavía hay historias por escribir, decisiones por tomar y caminos por abrir. Muchos le temen a la edad porque creen que representa límites; yo, en cambio, empiezo a verla como un mapa. Cada año te marca rutas nuevas, te enseña atajos, te da señales. Y si estás dispuesto a escucharlas, la vida se vuelve un viaje más consciente.
Hoy creo firmemente que crecer no es hacerse viejo, es hacerse responsable: de tus sueños, de tus heridas, de tus ganas. Es entender que lo que no cambias, lo repites… y lo que te atreves a transformar, te transforma a ti.
En este nuevo año que inicio, quiero llevarme una certeza: que cada día es una oportunidad para empezar distinto, para atreverte un poco más, para creer en ti incluso cuando tienes miedo. Cumplir años no se trata de celebrar lo que fue, sino lo que aún puede ser. No se trata del tiempo que pasa, sino de cómo decides aprovecharlo.
Gracias por acompañarme en este espacio donde juntos exploramos la idea de que Creer es Crear. Ojalá que, así como yo hoy cierro y abro ciclos, tú también encuentres motivos para agradecer tu camino… y valentía para redibujar el que viene.
