En esta temporada festiva, se incrementa de manera considerable el uso desmedido de pirotecnia, una práctica que, lejos de celebrar la alegría navideña, representa un riesgo letal para la sociedad. Y digo esto porque lo alarmante es el gusto de la gente por el uso de explosivos como los; cara de diablo, hulk, R-15, palomitas, cañón, cuetes, chifladores, entre otros, mismos que no deberían ser sinónimo de diversión, sino de advertencia.
Es imperativo que los padres tomen conciencia de los peligros que estos explosivos conllevan para sus hijos, porque no se trata solo de entretenimiento, sino de artefactos que pueden matar, mutilar o causar graves quemaduras. La responsabilidad de los padres de familia debe prevalecer, alejando a los más pequeños de esta amenaza disfrazada de celebración.
Adicionalmente, nos enfrentamos a otra problemática silenciosa pero igualmente perjudicial: la contaminación auditiva. El estruendo desencadenado por los explosivos no solo genera estrés y alteraciones en la conducta, sino que puede causar daños irreversibles en la sensibilidad auditiva de bebés y niños con autismo. Además, no podemos pasar por alto que nuestras mascotas, en especial los perros, pagan un precio fatal ante los poderosos estruendos de las explosiones.
Es hora de que las autoridades asuman un papel más activo y estricto, es decir, refuercen la supervisión, intensifiquen los puntos de venta, revisen permisos y los productos que venden. Pero lo que también es muy cierto es que, no todo es responsabilidad de la autoridad, es apremiante que nosotros como ciudadanos seamos receptivos ante las alertas sobre la peligrosidad de estos artefactos.
En esta temporada navideña, la llamada a evitar el uso de pirotecnia, principalmente, de los explosivos debe resonar con mayor fuerza, ya que la seguridad y la tranquilidad de la comunidad están en juego, y es deber de todos contribuir a unas festividades seguras y alegres para todos.
