Pasado el proceso electoral y más frías las cosas en el ámbito político, decidí aventurarme nuevamente en unas cuantas líneas para ustedes que, amablemente ingresan a leernos.
Lo que pasó en el PRI a nivel nacional este domingo, no es más que el inicio del final de ese partido que no termina de entender que la gente ya no quiere más personajes quemados por su pasado.
Tanto le dolió su derrota, la más grande en una elección presidencial que aún y con eso, se aventuraron a la reelección, principal eje rector por el que nace este partido tras el movimiento post revolucionario.
Alito se empeña en el cargo por una sola cuestión, ser esa bisagra que le de a Morena los votos que necesita para reformar lo necesario, pues en el Senado sólo ocupa tres votos y Moreno Cárdenas ya coqueteó con la posibilidad de un proyecto que dijo, “no es tan malo en el fondo”. Juzgue usted mismo.
Hablar de la desaparición del PRI es en un sentido metafórico porque hoy más que nunca, los priistas de quienes también se quejan algunos de sus militantes, encabezan el movimiento más grande de salvación.
¿Tendrán razón las llamadas vacas gordas o sólo es por capricho que ahora regresan a recuperar los recursos que ya no llegan a sus intereses, sino a los de Alito?
Ya vendrá la resolución del INE o en su defecto de la Comisión de Procesos Internos y de ahí partirán algunos al golpe interno o la huida que permita a morena, fortalecerse. Sí, aún más; pues la mayoría de los priistas que han salido es hacia la protección y el perdón de la 4T.
En el tema local, no se puede dejar de lado que en Chihuahua recuperó espacios, municipios y diputaciones que ostentaba en el pasado y que ganó por la alianza; o en casos como Delicias, que en algunas casillas, el triunfo a la coalición fue gracias a la diferencia marcada por votos del PRI que en sumatoria dieron el gane a Jesús Valenciano.
